ejercicios de estilo - Israel Pintor

Pero el autor de Exercices de style (1947) parece buscar, con cada nueva
novela .... por ejemplo, buscar las palabras en un diccionario español-tagalo y
realizar el S + ...... A cada parada, las idas y venidas de los viajeros le imprimían
movimientos ...... como el estado más próximo a un hipotético grado cero (
exposición del ...

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Ejercicios de Estilo
Raymond Queneau

Versión y estudio introductorio de Antonio Fernández Ferrer

SEXTA EDICIÓN


Índice


Introducción
Anexo: Ejercicios de estilo posibles

EJERCICIOS DE ESTILO

Notaciones
Por partida doble
Lítotes
Metafóricamente
Retrógrado
Sorpresas
Sueño
Pronosticaciones
Sínquisis
Arco iris
Logo-rallye
Vacilaciones
Precisiones
Punto de vista subjetivo
Otro punto de vista subjetivo
Relato
Palabras compuestas
Negatividades
Animismo
Anagramas
Distinguo,
Homeoteleutones
Carta oficial
Propaganda editorial
Onomatopeyas
Análisis lógico
Insistencia
Ignorancia
Pretérito perfecto
Presente
Pretérito indefinido
Imperfecto
Alejandrinos
Poliptótones
Aféresis
Apócopes
Síncopas
Yo ya
Exclamaciones
Entonces
Ampuloso
Vulgar
Interrogatorio
Comedia
Apartes
Parequesis
Fantasmagórico
Filosófico
Apóstrofe
Torpe
Desenvuelto
Parcial
Soneto
Olfativo
Gustativo
Táctil
Visual
Auditivo
Telegráfico
Oda
Permutaciones por grupos crecientes de letras
Permutaciones por grupos crecientes de palabras
Helenismos
Conjuntos
Definiciones
Tanka
Versos libres
Translación
Lipograma
Anglicismos
Próstesis
Epéntesis
Paragoges
Partes de la oración
Metátesis
Por delante por detrás
Nombres propios
Pasota
Ticon tila titi
Antonímico
Latín macarrónico
Homofónico
Galicismos
Paraloss Englaysays
Contre-petteries
Botánico
Médico
Injurioso
Gastronómico
Zoológico
Impotente
Modern style
Probabilista
Retrato
Geométrico
Paleto
Interjecciones
Amanerado
Inesperado



Introducción

Dedico mi parte en este libro a
alguien que se llama, aplicando un
S+n, "Zuriñe» ...et à ceux qui
nourris de littérature et de
musique sont morts de faim.

A. F. F.

En el caso del libro que en e:¡te preciso momento comienzo a
prologar... y que tú, lector, deberías haber empezado no antes de la página
49..., pero me temo que, siguiendo la costumbre, acabas de iniciar la
lectura a partir de esta misma introducción, lo cual me lleva a
interrumpirte con la primera nota a pie de página[1].
En el caso de esta obra, decía, cuyo verdadero prólogo comienza ahora,
no puede afirmarse, como lo hace el comienzo del conocido relato
evangélico, que en el principio fue el verbo (o, mejor, la palabra, que es
traducción más llevadera en castellano), pues en el origen de Ejercicios de
estilo fue la música. Así lo cuenta el propio Queneau al iniciar la
introducción que escribió para la edición ilustrada por Carelman y Massin:


En una entrevista con Jacques Bens, Michel Leiris recuerda que «en
el transcurso de los años treinta, estuvimos escuchando juntos (Michel
Leiris y yo) en la sala Pleyel un concierto en el que se interpretaba
el Arte de la Fuga. Me acuerdo que lo seguimos muy apasionadamente y
que, al salir, nos dijimos que sería muy interesante hacer algo de ese
tipo en el plano literario (considerando la obra de Bach, no desde el
ángulo del contrapunto y fuga, sino como construcción de una obra por
medio de variaciones que proliferaran hasta el infinito en torno a un
tema bastante nimio)».
En efecto, fue acordándome de Bach muy conscientemente como escribí
Ejercicios de Estilo, y muy en especial de esa sesión de la sala
Pleyel; pero, ¿era, seguro, antes de la guerra? En cualquier caso, fue
en mayo del 42 cuando compuse los doce primeros (que, además, han
quedado como los doce primeros del libro); pensaba limitarme a eso y
titulé este modesto intento Dodecaedro, porque, como es sabido, ese
bello poliedro tiene doce caras. El director de una revista muy
distinguida que aparecía entonces en zona llamada libre y que me había
pedido un «texto», me devolvió el Dodecaedro con aire consternado,
incluso diría con tristeza, como si hubiese querido jugarle una mala
pasada.
Aquello no me impidió continuar; en agosto del 42, en noviembre del
42, en julio del 44, una docena más se añadió a Dodecaedro. En febrero
de 1945, La Terre n'est pas une vallée de larmes, publicación
surrealista y belga dirigida por Marcel Marien, publicó nueve de ellos
con el título Ejercicios de Estilo; una nota decía: «El autor piensa,
de este modo, "tratar el mismo asunto" -un incidente real, por lo
demás, y trivial- de un centenar de maneras diferentes. Seguramente
esos cien capítulos idénticos en cuanto al tema no dejarán de provocar,
leídos en hilera (sic), algún efecto en el lector.» Esta nota la había
redactado yo, por supuesto.
En el transcurso de 1945, escribí otros dieciocho que aparecieron
en diciembre del mismo año en Fontaine. En resumidas cuentas, en tres
años, había redactado menos de cincuenta; todo el resto fue liquidado
durante el verano de 1946 en Isle-sur-Sorgue. Me detuve en los noventa
y nueve, juzgando satisfactoria la cantidad; ni tanto ni tan calvo: el
ideal griego, vaya[2].


Como es sabido, James Joyce se propuso escribir una obra maestra, la
voluminosa novela titulada Ulysses, ciñéndose a un solo día en la vida del
protagonista, un 6 de junio de 1904, un día de Dublín como otro cualquiera.
Queneau parte de asunto aún más trivial y ajeno a complejidades simbólicas.
Con una anécdota nimia, explícita ya en el primer texto de la serie
(«Notations»), construye noventa y nueve variaciones distintas. Como un
huevo de Colón literario, la ideíca nos sorprende gratamente con ese don
propio de las ocurrencias que cualquiera puede tener, pero que nadie ha
pensado.
Aparte de la inspiración musical que provocó tan curiosa obra, Queneau
contaba con algún ejemplo clásico. Sin ir más lejos, en la literatura
francesa decimonónica, la réplica de Cyrano de Bergerac cuando, en el
archifamoso drama de Edmond Rostand, contesta airosamente al vizconde que
se ha burlado, de manera excesivamente pedestre, de la «muy gran nariz» del
protagonista:


Eso es muy corto, joven; yo os abono
que podíais variar bastante el tono.
Por ejemplo: Agresivo: «Si en mi cara
tuviese tal nariz, me la amputara.»
Amistoso: «¿Se baña en vuestro vaso
al beber, o un embudo usáis al caso?»
Descriptivo: «¿Es un cabo? ¿Una escollera?
Mas ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!»
Curioso: «¿De qué os sirve ese accesorio?
¿De alacena, de caja o de escritorio?»
Burlón: «¿Tanto a los pájaros amáis,
que en el rostro una alcándara les dais?»
Brutal: «¿Podéis fumar sin que el vecino
-¡Fuego en la chimenea!- grite?»
Fino: «Para colgar las capas y sombreros
esa percha muy útil ha de seros.»
Solícito: «Compradle una sombrilla:
el sol ardiente su color mancilla.»
Previsor: «Tal nariz es un exceso:
buscad a la cabeza contrapeso.»
Dramático: «Evitad riñas y enojo:
si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo.»
Enfático: «¡Oh nariz!... ¿Qué vendaval
te podría resfriar? Sólo el mistral.»
Pedantesco: «Aristófanes no cita
más que a un ser sólo que con vos compita
en ostentar nariz de tanto vuelo:
el Hipocampelephantocamelo.»
Respetuoso: «Señor, bésoos la mano:
digna es vuestra nariz de un soberano.»
Ingenuo: «¿De qué hazaña o qué portento
en memoria, se alzó este monumento?»
Lisonjero: «Nariz como la vuestra
es para un perfumista lista muestra.»
Lírico: «¿Es una concha? ¿Sois tritón?»
Rústico: «¿Eso es nariz o es un melón?»
Militar: «Si a un castillo se acomete,
aprontad la nariz: ¡terrible ariete!»
Práctico: «¿La ponéis en lotería?
¡El premio gordo esa nariz sería!»
Y finalmente, a Píramo imitando:
«¡Malhadada nariz, que, perturbando
del rostro de tu dueño la armonía,
te sonroja tu propia villanía!»[3].


De entrada, y aun en la lectura menos atenta, Ejercicios de estilo
resulta radicalmente distinto de una obra literaria convencional. Nada más
absurdo que tratar de encuadrarlo dentro de los géneros literarios
tradicionales, pues, como su mismo título indica, se nos presenta como una
especie de «pre» o «para-literatura». Recuerda aquellos libros de antaño
sobre el «arte de escribir», que constituían verdaderos recetarios de
estilística y, en este sentido, podemos considerar la obra como una parodia
de los tratados sobre el tema. No es extraño, por lo tanto, que se juegue
con el carácter técnico de la terminología al utilizar algunos de los
terminachos más especializados y pintorescos de la jerga retórica clásica.
Ejercicios de estilo se sitúa, o finge situarse, en una especie de tierra
de nadie, entre la teoría y la práctica literarias, dándonos la impresión
de que ha sido confeccionado teniendo en cuenta los capítulos de un manual
de estilística o como ejercicios análogos a los progimnasmas[4], las
prácticas de la enseñanza retórica clásica. Precisamente por ello, cobra
una relevancia especial el texto titulado «Maladroit» («Torpe»), al
tratarse de un ejercicio en el que se ironiza sobre el propio «arte de
escribir».
Sin embargo, pese a ser importante en el conjunto de la obra, la
utilización de conceptos y procedimientos de la Retórica